Solo soy yo

No soy nadie, solo soy yo y mi personalidad la crean las opiniones externas de aceptación de los demás. Si proclamo mi diferencia en su totalidad, la gente me criticara y pisoteara, si me quedo callada y finjo ser como ellos, pronto terminaran por aburrirse de mí y por consiguiente me quedare sola, sin nadie que me escuche, pero ¿Qué escuchaban? Si nunca me atreví a decir nada.

Está parece ser la filosofía del mexicano un ser inseguro, indiferente, que no crea nada, no responde nada, no aporta nada, se queda estático y culpa al entorno, a las circunstancias y a todo lo que parezca mínimamente razonable de su mediocridad.

¿Para qué abrirme con el otro? Si puede lastimarme. ¿Por qué dejar que el otro me conozca? Si terminara alejándose. ¿Por qué ser yo? Si puedo ser tú. ¿Para qué vivir? Si al final moriré.

No sabemos quiénes somos, y no queremos descubrirlo, nos quedamos estáticos ante estereotipos arraigados que hasta ahora han sido considerados correctos por una sociedad mecanizada. ¿Desde cuándo lo correcto es lo que hace feliz?

Una mujer prototipo de perfección, es aquella que está dispuesta hacer sirvienta, general, modelo, empleada y prostituta a la vez, pero nadie sabe lo que siente, lo que anhela, lo que sufre o lo que detesta, su agonía es lenta y su grito de desesperación es mudo para no romper el molde familiar. Es la base de todo, pero es la que menos importa. ¿Cómo podemos tener esa mentalidad? Y la cerca sigue perfectamente blanca.

¿Quién esta más equivocado? ¿El que hace o el que se deja hacer? ¿Quién es más patético yo que no soy yo o tu que no eres tú, pero que juntos formamos un ellos? ¿Reímos o lloramos? ¿Proclamamos que somos la viva imagen de Garrik por voluntad o que somos Sara T. por defecto de fábrica?

Preferimos ahogarnos, ciclarnos, autocensurarnos, callarnos, auto compadecernos y terminar autosugestionándonos antes de abrir la boca y soltar ese llanto que corre por cada una de nuestras venas, las cuales deseamos tengan un frio intermitente pero que en verdad la sangre golpea ardiente.

Yo siempre tendré la razón, es mejor ensimismarse antes que entregarse al enemigo, antes que buscar la lastima del otro… De mártires y valientes, está lleno el cementerio… Proclama el eco.

Buscamos una respuesta que nunca va llegar, porque nunca planteamos la pregunta, buscamos a una mujer que se valore a sí misma y seguimos haciendo chistes machistas y de rubias. Proclamamos que las mascaras deben de caer y le gritamos a un hombre que nunca debe de llorar. Decimos a coro la mayoría ¡Abajo la hegemonía! Mientras estamos cómodamente sentados, obedeciendo absurdamente al sistema. ¿Individualmente que hacemos? Culpar a la sociedad. ¿Hasta cuándo entenderemos que el verbo “ser” esta en singular y no en plural?

El argumento es absurdo, aburrido, carente de sentido, de forma, de objetivos, de fuerza, pero lo más cruel de todo, es que es verdadero. Así soy.